La información no siempre llega limpia e inalterada desde
cualquier punto desde el cual se emita, hasta los potenciales receptores, es
algo obvio. Cuando es un hecho involuntario fruto de la casualidad o de la
ignorancia podríamos decir que es una mala información, o incorrecta; pero
cuando ha sido fabricada ad hoc, con oscuros intereses, se habla de
desinformación. No es ni una ni la otra la que quiero desarrollar, yo hablo de sobreinformación,
un fenómeno relativamente nuevo, o que crece exponencialmente y que puede
causar graves perjuicios a la razón.
Las ingentes cantidades de información que recibimos tanto
de nuestro entorno más cercano como de los medios de comunicación,
tradicionales o nuevos, quizá nos permitan estar enterados a cada momento de
hechos puntuales, pero a menudo es una cantidad tan grande de datos la que pasa
por nuestro cerebro, que éste, no tiene tiempo para filtrarla y asimilarla. Si
realmente pusiéramos empeño en intentar poner en valor los temas realmente
importantes, dejaríamos de mirar los árboles como el que sigue buscando el
bosque y no nos dejaríamos obnubilar por ese juego de sombras que nos hacen
seguir con la mirada mientras no nos damos cuenta de que por detrás nos están
robando la cartera. Aunque esta reflexión, por lo breve, este llena de
vaguedades, no por eso el problema es menor ya que en la sociedad se va
generando un juego de discusiones sin importancia mientras se van cerrando los
márgenes de la percepción, generando la sensación de que la discusión y la
crítica están muy vivas, mientras el cauce se va estrechando y la desembocadura
no es precisamente esperanzadora.
No es que plantee que nos hagamos todos ermitaños, que
dejemos de estar informados sobre el mundo que nos rodea y que pasemos las
jornadas meditando mientras hacemos la postura del saludo al Sol. Sino que
antes de emitir juicios rápidos, sobre temas de los cuales creemos estamos en
posesión de la verdad ya que nos han llegado por muchos canales que suponemos
fiables, nos planteemos si la verdad, que es algo tan difuso, la podemos tener posesión.
Editado por Radimov
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