SOBREINFORMACIÓN por Sundgren

El avance de los medios tecnológicos es el principal culpable. Esta evolución nos ha permitido olvidarnos de que la Tierra es un gran planeta con 40.000km de circunferencia en el ecuador. Ya no hacen falta navegantes, mercaderes, viajantes, palomas mensajeras ni tiempo; mucho tiempo para conocer lo que ocurre al otro lado del mundo. A día de hoy se puede obtener información de prácticamente cualquier cosa que ocurre en la faz del planeta al instante, basta con sentarse en una silla frente a un ordenador y mover los dedos de forma adecuada.

Además de los medios informáticos, donde nosotros podemos decidir con mayor exactitud qué consultar, existen otros medios de difusión de la información: radio, periódicos, televisión… en los que se bombardea a la sociedad con noticias, noticias y más noticias (90% sucesos no especialmente agradables). Dejando a un lado el tema de los informativos (tema que trataremos otra semana), la primera cuestión que emerge es la siguiente: ¿Realmente necesitamos toda la información que llega a nuestros sentidos diariamente? Mi respuesta es simple, no tengo ni idea. Supongo que cada uno tendrá que reflexionar sobre la necesidad y la transcendencia que tiene para la vida cotidiana acoger la ingente cantidad de información que se nos presenta.

Una segunda pregunta que aparece es: ¿Cómo influye el exceso de información en nuestras vidas, es decir, somos más o menos infelices? Tampoco puedo dar respuesta exacta a esta segunda cuestión, pero me da la sensación que, por regla general, más felices no somos. Quizás, este tema se relaciona más directamente con la personalidad del sujeto en sí;  quien sea feliz habitualmente lo seguirá siendo y quién sea infeliz por costumbre, podrá incluso utilizar esta sobreinformación para perpetuar su arisco carácter.
Lo que está claro es que la tendencia informativa es mayormente negativa, así que no creo que haciendo balance mejore nuestra felicidad  a medio o largo plazo.

Es posible, que a corto plazo, quizás ayude en la optimización y aprovechamiento del tiempo, pero extendiendo este hábito durante un amplio período, convertimos al conjunto de la población en una sociedad “que vive corriendo y corre para vivir”, lo que desemboca en estrés, y por tanto, infelicidad.
Tengo una última pregunta, de la que sí creo conocer la respuesta. ¿Somos capaces de asimilar toda la información que nos llega? Pues, como es lógico, no, ni mucho menos. Una pequeñísima parte puede ser asimilada, la otra gran mayoría se omite o queda en un limbo absurdo e inoperante.

Tener toda la información, incluso la no deseada, puede tener efectos beneficiosos en la salud, aunque en dosis reducidas y controladas. Ser consciente de que la sobreinformación reina y “campa a sus anchas” por nuestra sociedad y, a veces, nos complica y trastorna innecesariamente, me parece el primer gran paso para sanarnos de la intoxicación informativa que atenta y atonta nuestras mentes y endurece nuestros corazones.

Editado por Sundgren

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