
La misma confusión que le produce al narrador figurado el extraño desenlace del partido, puede que seas la que tengas tú con lo escrito en el primer párrafo en general. Bien, primero hay que aclarar que los hechos son verídicos, aunque lo he rodeado de una parafernalia futbolística que no es empleada en el relato original.
Empecemos por situar la fecha del tal encuentro, un domingo de primavera en 1939; el lugar, las afueras de Septfonds (Francia). El equipo local estaba formado por soldados del grandioso ejército francés, el árbitro, también era militar y los linieres dos campesinos entendidos en el noble arte del balompié. El equipo visitante lo integraban refugiados españoles, tanto militares republicanos, como simples civiles que habían huido del fascismo.
El partido fue desde el inicio un buen plan trazado por siete de los españoles (los otros cuatro estaban para rellenar y no sabían nada), aunque a uno de los planificadores al final le pudo la presión y no huyó. La superioridad física de la que se habla en la supuesta narración del encuentro, era tal, por la mala alimentación recibida desde la entrada en Francia de los exiliados, que desde el principio fueron recluidos en campos de refugiados concentración. Estos personajes en concreto, entre los que se encontraba un capitán de carabineros del ejército español, habían huido del famoso campo de Argelès-Sur-Mer y tras ser delatados cuando intentaban conseguir ayuda de los poco colaboradores militantes de izquierda franceses, fueron internados en Septfonds, que según palabras textuales de los allí internados, <<si Argèles era infierno y el punto cero de la miseria, Septfonds era la hibernación de la ignominia>>
No fue ni mucho menos el final de su historia como refugiados, volvieron a ser capturados, algunos acabaron entrando en la Resistencia Francesa y ayudando a liberar el país que los había tratado, por decirlo suave, como una carga y los había recluido en condiciones infrahumanas entre: piojos, enfermedades, malos tratos, humedad y agua desalada; desalada por ellos mismos para no morir de sed.
Estas historias individuales son solo un ejemplo de las de otros tantos que al pasar la frontera y tras ser internados, fueron usados (los sanos) como mano de obra barata gratis para la vendimia cuando llegó septiembre. Con él, llegó también el inicio de la Segunda Guerra Mundial, que forzó a los jóvenes franceses a marchar al frente y a la Patrie la dejó sin braceros nacionales.
A pesar del trato recibido, una gran cantidad de exiliados españoles pusieron su vida en peligro, muchos de ellos la perdieron, recuperando palmo a palmo territorio francés que a finales de 1944 se encontraba aún en manos alemanas. Fueron la vanguardia en la toma de París con <<La Nueve>>, compañía de carros de combate del general Leclerc formada en su mayoría por españoles. Pero menos conocida es la recuperación de una gran cantidad de departamentos franceses por regimientos enteramente españoles; dieciocho fueron liberados por completo por ellos y en cuarenta departamentos hubo españoles en la lucha por su liberación. En los meses que duraron los combates, 250.000 km cuadrados fueron recuperados de manos nazis por los exiliados.
Sirva este pequeño relato (sin hacer discursos <<quedabienes>>) como recuerdo de todos los refugiados, tanto los de entonces como los de ahora, que son brutalmente tratados por el llamado mundo libre.Y espero haga al menos reflexionar sobre cuanto ha avanzado la sensibilidad humana para con sus semejantes.
Editado por El Azezino Zaduzeo
*Información del partido sacada del libro <<El peso de la derrota>> de A. A. Bravo-Tellado.
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